martes, 29 de enero de 2008

Los dominicanos hacen un aporte innegable al béisbol

Los dominicanos hacen un aporte innegable al béisbol
Jesse Sanchez, de MLB - 9/21/2007

CON SU TALENTO SE HAN CONVERTIDO EN AMOS Y SEÑORES DE ESTE PASATIEMPO
Los peloteros quisqueyanos se han convertido en una fuerza dominante en el béisbol de las Grandes Ligas.

NUEVA YORK.- En ocasión del Mes de la Herencia Hispana, en LasMayores.com y MLB.com hemos presentado una serie de reportajes especiales sobre el béisbol dominicano realizados por nuestro amigo y compañero Jesse Sánchez, quien “la sacó por los mismos 400 pies” con sus crónicas desde la República Dominicana. Con los trabajos de Jesse, podemos ver el impacto del béisbol en la cultura quisqueyana, y también la influencia de la media isla en el mundo del deporte del bate y la bola.

A través de los años, se ha visto más y más los resultados en las Grandes Ligas de lo que tiene sus orígenes en la República Dominicana, es decir, el desarrollo del inmenso talento beisbolero de ese país caribeño. Todo fanático del béisbol sabe quién es Pedro Martínez, David Ortiz Arias, Sammy Sosa, Vladimir Guerrero y José Reyes, entre muchos otros estelares quisqueyanos. Pero hay mucho más en el rico historial de los dominicanos en la Gran Carpa, y vale la pena echarles un vistazo a los más grandes jugadores de la media isla, y algunos de sus mejores momentos en las Grandes Ligas.

En una época en que apenas comenzaban los proyectos de buscar talento en países latinoamericanos como República Dominicana, Panamá y Venezuela, además de Puerto Rico, subió sin mucha “bulla” con los Gigantes de Nueva York Osvaldo Virgil en 1956, el primer dominicano en las Grandes Ligas.

De hecho, los Gigantes, junto con los Piratas de Pittsburgh (todo el mundo recuerda al pionero boricua Roberto Clemente), estaban bien activos en la búsqueda de jugadores latinoamericanos. Los Gigantes, ya en San Francisco, contarían con la primera ola de quisqueyanos que harían un impacto en las mayores: Los hermanos Rojas Alou y el Salón de la Fama Juan Marichal.

El mayor de los Rojas Alou, Felipe, subiría con San Francisco en 1958, seguido en el equipo de los Gigantes por su hermano Mateo en 1960 y luego por Jesús en 1963.

Los hermanos Alou marcan un hito
Los tres Alou tendrían buenas carreras en Grandes Ligas, pero en 1963, ocurrió algo sin precedente: ocuparon las tres posiciones de los jardines de San Francisco al mismo tiempo, la primera vez en la historia de las mayores que tres hermanos formaban el outfield entero de un equipo.

Los Alou harían un buen aporte con los Gigantes y luego con otros conjuntos (incluyendo el título de bateo de Mateo en 1966 con los Piratas), pero la mega-estrella dominicana de San Francisco fue sin dudas el lanzador Juan Marichal. El nativo de Laguna Verde, Montecristi subió en 1960 y de inmediato fue una sensación del montículo. Con su forma particular de levantar el pie antes de tirar, el “Dominican Dandy” fue un terror para los bateadores de la Liga Nacional, ganando 20 juegos o más en seis ocasiones y terminando con 243 victorias (e increíblemente, 244 juegos completos, es decir, más que su total de triunfos) y efectividad de 2.89 en un carrera de 16 años.

El 15 de junio de 1963, le tiró un no-hitter a los Colt-45 de Houston, y el 2 de julio del mismo año, tuvo lo que es para muchos su mejor momento en Grandes Ligas: una blanqueada de 16 entradas, contra nada más y nada menos que la leyenda Warren Spahn de los Bravos de Milwaukee. Willie Mays terminó el partido con jonrón en la entrada 16 para darle el triunfo a Marichal y los Gigantes;¿se imaginan un juego completo de 16 innings de un lanzador hoy en día? Imposible. Es parte del gran legado de Marichal.

Juan Marichal fue exaltado al Salón de la Fama en 1983, siendo el primer dominicano en recibir ese magno reconocimiento del béisbol. Hasta ahora es el único quisqueyano en Cooperstown, pero faltan pocos años para que varios de sus compatriotas se unan a él como inmortales de la pelota.

Otros pioneros dominicanos de los años 60 fueron Julián Javier, segunda base destacado de los Cardenales; Manuel Jiménez, jardinero de los Atléticos, Piratas y Cachorros; y Rudy Hernández, quien lanzó poco tiempo con los Senadores de Washington.

Siguientes generacione
Después de terminada la época de Marichal y los hermanos Alou, empezó a llegar mucho más talento dominicano a las Grandes Ligas, pero a veces da la impresión de que esta generación de los años 70 y 80 no han recibido todo el reconocimiento debido. Tal vez sea porque no había ni TV por cable ni Internet en la mayoría de aquella época, o porque los jugadores de dicha era no tuvieran necesariamente carreras dignas del Salón de Fama. Claro, en Dominicana entre los más conocedores del béisbol, sí tienen su fama merecida, pero entre la nueva generación de fanáticos tanto dentro como fuera de la media isla, hay cierto desconocimiento. Por eso procede recordar a varios de ellos que hicieron un gran impacto en sus equipos y en las mayores en sentido general.

Ricardo Carty, uno de varios nativos de San Pedro de Macorís que han brillado en las mayores, fue una especia de “puente” entre la primera y la segunda generación de dominicanos en las mayores, subiendo a la Gran Carpa en 1963 con los Bravos. Un bateador brillante, Carty fue un pilar de la ofensiva de Milwaukee-Atlanta al final de los 60 y principio de los 70, siendo campeón de bateo de la Liga Nacional en 1970 con un robusto promedio de .366. Combinaba el promedio (.299 de por vida), el poder y una buena producción de carreras, terminando con 204 jonrones y 890 empujadas en una carrera de 15 años con varios conjuntos de Grandes Ligas.

Manuel Mota es otro que pertenece a ese grupo de dominicanos que se desarrollaron con los Gigantes al principio de los años 60, pero que tuvo una carrera bien larga en las mayores. En el caso de Mota, el nativo de Santo Domingo subió con San Francisco en 1962, pero luego de varias sólidas temporadas con los Piratas en la década de los 60, se haría un nombre en los 70 con los Dodgers en un rol específico: bateador emergente. Jugando mayormente como jardinero suplente con Los Angeles, Mota se convirtió en un especialista crucial para los exitosos Esquivadores como emergente, y se retiraría en 1982 con el récord de todos los tiempos en hits en ese papel con 150, aunque esa marca ha sido superada desde entonces.

César Cedeño fue toda una sensación del béisbol cuando llegó a los Astros de Houston en 1970 a los 19 años de edad. Prototipo del jugador de las “cinco herramientas”, el nativo de Santo Domingo lo hacía todo en Houston, con poder, velocidad, buen promedio, buen guante y excelente brazo. Del 70 hasta 1977, el “Super Baby” fue uno de los jugadores más emocionantes de ver en acción; de eso no cabe la menor duda.

Cesarín Gerónimo es uno de los nombres que a veces se le escapan a los fanáticos cuando recuerdan la Gran Maquinaria Roja de los años 70 de Cincinnati, pero su papel en ese trabuco no se puede subestimar. Su defensa en el jardín central era clave para los Rojos, combinándose con la de David Concepción en el short, Joe Morgan en la segunda y Johnny Bench en la receptoría para formar una de las mejores líneas centrales en la historia. Y al bate, tuvo algunos momentos brillantes en los equipos campeones de Cincinnati de 1975 y 1976.

Alfredo Griffin debutó originalmente en Grandes Ligas con los Indios, pero en 1979 fue co-Novato del Año de la Liga Americana con los Azulejos de Toronto. Griffin combinó una sólida defensa en el campo corto con un bateo más que respetable y una buena cantidad de bases robadas con los Azulejos, los Atléticos y los Dodgers. Fue campeón en tres ocasiones, una con Los Angeles y en sus últimas dos campañas en las mayores con Toronto.

Joaquín Andújar subió con los Astros a mediados de los años 70, pero en un equipo con tanto pitcheo veterano en Houston, nunca recibió la oportunidad de abrir partidos de manera consistente. Eso cambió cuando el nativo de San Pedro de Macorís fue enviado a los Cardenales, donde brilló de 1981 a 1985. Tuvo dos temporadas consecutivas de 20 o más victorias en 1984-85, pero sus mejores momentos con San Luis fueron en 1982, año en que primero ganó 15 partidos con excelente efectividad de 2.47, y luego, lanzando con dolores en una rodilla, ganó el séptimo partido de la Serie Mundial. Andújar se autodenominaba como “One tough Dominican” (un dominicano duro) y lo demostró en aquel Clásico de Otoño, ganando dos juegos vs. Milwaukee.

Tony Peña fue uno de los mejores receptores defensivos de los años 80 y principio de los 90, primero con los Piratas y luego con los Cardenales y los Medias Rojas. Peña tenía un cañón de brazo, con un tiro relámpago a primera que ponía a pensar a todo corredor que se atreviera a despegarse demasiado de la almohadilla. El cibaeño también tenía poder ocasional al bate, dando batazos oportunos con cierta regularidad. Además, Peña era un gran líder y una especie de “hombre de hierro”, jugando en la receptoría gran cantidad de partidos en Grandes Ligas y luego todos los inviernos en la Liga Dominicana.

Pedro Guerrero fue uno de los mejores bateadores de su época, primero con los Dodgers y al final con los Cardenales. Otro nativo de San Pedro de Macorís, Guerrero fue uno de los pilares de la ofensiva de Los Angeles en los años 80, incluyendo una gran actuación en la Serie Mundial de 1981, evento en que bateó .333, con dos jonrones, un doble, un triple en siete empujadas en la victoria de los Dodgers sobre los Yankees; fue nombrado co-JMV del evento. Pedro terminaría con promedio de .300 en 15 años en las mayores.

Mario Melvin Soto brilló en el montículo con los Rojos en una de las peores épocas del equipo de Cincinnati, al principio de los años 80. De 1981 a 1985, Soto fue uno de los lanzadores más sólidos de la Liga Nacional, terminando con más de 200 ponches en tres ocasiones y ganando 17 y 18 juegos en 1983 y 1984, respectivamente.

George Bell fue tremendo bateador de poder y productor de carreras en los años 80 y principio de los 90, principalmente con los Azulejos, y al final con los Cachorros y los Medias Blancas. De 1984 a 1993 fue uno de los bateadores más productivos de las Grandes Ligas, y en 1987 tuvo la mejor temporada de su carrera: promedio de .308, con 47 jonrones y 134 empujadas. Gracias a esa actuación, Bell se convirtió en el primer dominicano en ganar el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana. Curiosamente, fue Bell que fue cambiado de los Cachorros a los Medias Blancas por su compatriota Sammy Sosa, que tendría los mejores momentos de su carrera en el Wrigley Field.

Pascual Pérez fue uno de los pitchers más coloridos de los años 80, pero con eso combinaba un tremendo repertorio en el montículo con los Bravos, los Expos y los Yankees. Pérez empezó su carrera con los Piratas, pero fue en Atlanta donde realmente se estableció, con temporadas sólidas en 1983 y 1984. Luego de un tropezón que lo mantuvo fuera de acción en 1986, Pérez tuvo un final increíble de 1987 con 7-0 en Montreal, y ganó 12 partidos al año siguiente con el equipo canadiense. Pérez fue el primero de varios de su familia en lanzar en las mayores; lo siguieron sus hermanos Mélido y Carlos, y su primo Vladimir.

José Rijo es uno de los lanzadores más recordados entre los pitchers dominicanos, haciéndose sentir con los Rojos de Cincinnati desde finales de los años 80 hasta mediados de la década de los 90, antes de hacer un regreso admirable en el 2001 luego de varias temporadas fuera debido a lesiones en el codo. Rijo subió originalmente con los Yankees en 1984, y luego de una estadía de tres años con los Atléticos, llegó a Cincinnati en 1988. Con la confianza del entonces manager Pete Rose, Rijo se estableció en la rotación de los Rojos, llegando a cifras dobles en triunfos en cinco ocasiones. El mejor momento del nativo de San Cristóbal y ex yerno de Juan Marichal fue en 1990, cuando ganó dos partidos en la Serie Mundial contra Oakland, incluyendo una joya en el decisivo Juego 4. En 15.1 entradas en aquel Clásico de Otoño, Rijo permitió una sola vuelta y ponchó a 14, actuación que le valió el premio al Jugador Más Valioso de la serie.

Luis Polonia fue un bateador bien valioso en varios conjuntos al final de los años 80 y durante la primera mitad de los 90. Con los Atléticos, Yankees, Angelinos y Bravos principalmente, “La Hormiga Atómica” era un buen bate zurdo, y sabía venir desde la banca para aportar en momentos clave en varios equipos ganadores. Además, tenía muy buena velocidad, robando un total de 405 bases en una carrera de 12 años. Polonia fue campeón de la Serie Mundial en 1995 con los Bravos, y sigue dando sus batazos con la Liga Dominicana y otras competiciones en representación de la República Dominicana.

Tony “Cabeza” Fernández fue uno de los mejores torpederos defensivos de su época, y tiene uno de los porcentajes de fildeo más altos en la historia de los campocortos en Grandes Ligas. Fernández fue uno de los pilares de los buenos equipos de los Azulejos de los años 80. Volvería a Toronto en 1993 para formar parte del segundo equipo campeón del conjunto canadiense, y seguiría deleitando a los fanáticos con su guante y su bate oportuno con varios equipos, terminando finalmente su destacada carrera con los Azulejos en el 2001.

Julio César Franco
¿Qué decir del “eterno” de Julio César Franco? La primera pregunta sería, ¿a cuál generación pertenece? Subió a las mayores en 1982, y sigue hasta ahora como jugador activo en la Gran Carpa. Pero no se pierdan...la curiosidad de Franco y su carrera tan larga no puede quitarle mérito como jugador; al contrario, el saber mantenerse en forma y contribuir es testimonio de su calidad. Y en su apogeo, Franco era uno de los mejores bateadores del béisbol, incluyendo el título de bateo de la Liga Americana con los Rangers en 1991.

DESDE LA CUEVA
Después de tantos años de destacados aportes de jugadores dominicanos en las Grandes Ligas, en 1992 por fin hubo un manager quisqueyano en las mayores, cuando Felipe Alou fue nombrado piloto de los Expos de Montreal en mayo de dicho año. Aunque sufrió con la partida de tantos estelares temporada tras temporada, Felipe mantuvo competitivo al equipo de los Expos del 92 al 96, y siempre supo sacarle lo mejor al conjunto. En 1994, fue nombrado Mánager del Año en la Nacional, luego de que los Expos terminaran con la mejor marca de la liga. Felipe volvería a San Francisco para dirigir a los Gigantes, ganando la División del Oeste en el 2003.

A Alou lo siguieron como dirigentes de Grandes Ligas Luis Pujols con Detroit y Tony Peña con Kansas City; éste último fue el Mánager del Año con los Reales en el 2003. Y el último capataz quisqueyano en las mayores es el joven Manny Acta, una gran promesa como piloto de los Nacionales de Washington.

EN LA ALTA GERENCIA
En el 2002, el dominicano Omar Minaya tomó las riendas como gerente general de los Expos de Montreal, convirtiéndose en el primer quisqueyano en ocupar dicha posición con un equipo de Grandes Ligas. Tres años después, volvió a los Mets en la misma función (luego de haber estado en la organización anteriormente en diferentes puestos administrativos), y en el 2006 su conjunto ganó la División del Este de la Liga Nacional y llegó a estar a un juego de ir a la Serie Mundial.

La influencia dominicana en las Grandes Ligas ha ido de unos pocos firmados al final de los años 50 por un número limitado de equipos, a una cantidad enorme de jugadores y superestrellas que acaparan los titulares, imponen nuevos récords y ganan premio tras premio a nivel individual. Es tanto el impacto quisqueyano en las mayores que en este trabajo faltan nombres y momentos importantes para destacar, ya que es prácticamente imposible incluirlos todos.

Y no hace falta destacar lo que han hecho los David Ortiz, los Pedro Martínez, los Sammy Sosa, los Vladimir Guerrero, los Miguel Tejada, los Manny Ramírez, etc., es decir, los dominicanos de ahora que han conquistado Grandes Ligas para ellos. Y ustedes ya lo saben.

La historia de la Gran Carpa desde 1956 jamás hubiera sido tan rica como lo ha sido sin el impacto dominicano, y eso hay que celebrarlo. La media isla caribeña seguirá siendo una gran fuente de jugadores de Grandes Ligas, y para poder apreciar del todo a los de ahora y los del futuro, hay que saber valorar a los que llegaron primero, los que les abrieron camino a las siguientes generaciones

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